Careful [Priv. D. Kaiser Kölher]

CarefulEuropa, costa francesa. 12:30 PM Fin del trayecto. Tras algunas horas de viaje por fin llegaron a su destino. No se quedarían demasiado y lo sabía; apenas se encontraban allí de paso. Esa, sin embargo, no era excusa para no divertirse. – Vamos a la playa. – propuso sonriente en lo que cargaba con su mochila al hombro, esperando que el otro hiciera lo propio. Sin más equipaje del que ocuparse y divisando el mar a lo lejos, enseguida puso rumbo hacia su nuevo y repentino capricho. Debía aprovechar mientras pudiera.

¿Y qué hay de la misión? ¿Qué pasa con la reliquia? ¿No deberían buscar primero un lugar en el que hospedarse? ¿Qué tal algo de comer? La hora se iba acercando y... No, ninguna de esas cosas preocupaban a Jean-Marc. – ¿Vas a querer bañarte? – preguntó como si todo aquello le fuera ajeno y nada tuviera que ver con él. Personalmente no lo planeaba; le bastaba con sentir la arena bajo sus pies y pasearse tranquilo por la orilla. Quién sabe, tal vez hasta encontrase alguna caracola para su colección.

Podía ahorrarse el bañador, en resumidas cuentas. Un gasto menos. Mejor, por otro lado, pues tampoco contaban con muchos fondos. No es como si eso les supusiese un problema, por supuesto, pero sí limitaba sus opciones hasta conseguir más. Aunque pensándolo bien... En silencio, rodó los ojos al rubio y le recorrió de los pies a la cabeza. Ahí iba a irse su dinero. Lo último que quería era que sufriese un golpe de calor o se quemase sin darse cuenta. Preocupación o no, de poder elegir prefería no tener que lidiar con ello.

De esta manera, se desvió ligeramente del camino y, todavía en la ciudad, realizó una parada técnica en la primera tienda que más o menos se ajustaba a sus necesidades. – Esto es para ti. – Más que ofrecérsela, chocó una de las frías bebidas recién adquiridas contra el hombro contrario. Parecían dos buenos amigos y todo. Esa, no obstante, era una palabra muy grande para ellos.

Así llegaron a la costa. Hermosas eran las vistas que el francés no se detuvo a contemplar. En su lugar, rápidamente se quitó los zapatos y saltó a la arena. Una grandiosa sonrisa se dibujó entonces en sus labios, satisfecho al obtener lo que quería. Ahora bien, poco duró la "inocencia" de su gesto. – Estás tardando en quitártela. – Señaló descaradamente al otro. Su ropa, para ser más exactos. – Confío en que puedes conseguirnos un buen sitio para pasar la noche. – Era atractivo; ambos lo sabían. Solo tenía que jugar bien sus cartas y estaba hecho. Simple y sencillo.

CarefulEuropa, costa francesa. 12:30 PM Un viaje más. Una misión nueva por completar. Una esperada aventura en la que ansiaba encontrar respuestas. Ya había preguntado a su máster en alguna ocasión, y sin embargo, no buscaba activamente causarle daño puesto que fue gracias a él que logró el cuerpo híbrido del que ahora gozaba: por ese motivo se mantenía en pie su alianza, y con ello, la seguridad de no provocarle ningún mal e incluso protegerle de peligros ajenos.

Su vida había cambiado mucho en poco más de medio año.

—¿A la playa? —sorprendido miró a su compañero. Visto desde fuera, con una perspectiva diferente, no eran salvo dos buenos amigos compartiendo un momento de vacaciones. Cuán equivocados estarían los que tuviesen esos pensamientos—. Supongo que sí. Un baño no estaría mal —tal vez. Mientras que no hubiese ningún inconveniente, ¿por qué no desconectar un rato? Total, aún con una misión entre manos no tenían una fecha estipulada para completarla; porque buscar reliquias no era una tarea sencilla y en muchas ocasiones solo se requería de suerte para dar con el tesoro en un breve periodo de tiempo.

Siguiendo de cerca a su máster, sus violáceos orbes rodaban de un punto a otro admirando todo lo que había a sus alrededores. Sin saber cuánto tiempo pasarían en aquella localización, lo mejor era adaptarse a la misma lo más rápido posible. Hacerse un mapa mental de la zona era imprescindible. —Gracias —sonrió aceptando esa bebida—. Ahora que lo pienso, tú que eres francés, ¿habías estado aquí antes? —inquirió con curiosidad. Poco más y se mostraba como un cachorro paseando junto a su dueño: de no ser porque el cachorro era una verdadera máquina de matar en realidad.

Abrió la botella de refresco y dio un generoso trago a la misma. Llegados a la costa, viendo al contrario lanzarse a la arena, se mantuvo en el paseo de piedra analizando la zona en silencio. —¿Ah? —volvió al presente cuando escuchó su voz, observándole con una ceja alzada en lo que terminaba su comentario. Lo entendió al instante, lógicamente. No sería la primera ni la última vez que utilizaban la manipulación para dormir bajo techo de manera gratuita y luego... Bueno, a veces no dejaban rastro alguno y en otras circunstancias tomaban prestado algo de dinero antes de volver a emprender su marcha—. Lo capto, lo capto. Dame unos minutos.

Con eso dicho se dirigió a unos vestuarios típicos de las playas: unas casetas de madera colorida en las que poder cambiarse. Una vez en su interior guardó toda su ropa para sacar única y exclusivamente un bañador. Ya sí, estando preparado, con la mochila al hombro salió mostrando la mejor de sus sonrisas. Caminó con paso decidido hacia el contrario, percatándose entonces de un grupito de mujeres jóvenes que estaban llegando también. No fueron sus hermosos físicos los que llamaron su atención, sino un reloj en concreto que desde su posición quiso reconocer la marca.

—Meine Hälfte~ —alzó un poco la voz para hacerse escuchar y no solo por su compañero, sino por cualquiera que quisiera oír. Con ello, ganándose alguna que otra mirada, aprovechó para peinar su cabello hacia atrás actuando con la más inocente y seductora de sus jugadas antes de dejar la mochila sobre la arena—. Iré al agua —su tono seguía siendo alto y claro, aunque pronto cambió por uno más íntimo—. Esas de ahí creo que manejan dinero. Averigua lo que puedas mientras voy a preparar el segundo acto —soltando las indicaciones de su plan, se fue hacia el agua para comenzar a dar un buen espectáculo. Su cuerpo, desde que se convirtió en demiservant, pudo ser entrenado con más énfasis y gracias a ello había conseguido una imagen digna de elogio y admiración.

Trajecito de baño para alegrarte las vistas

CarefulEuropa, costa francesa. 12:30 PM A la playa, exacto. No siempre tenía la oportunidad de pasearse por la costa así que aprovecharía mientras pudiese. – Cuidado con las medusas en ese caso. – respondió divertido. ¿Las habría en realidad? Ni idea. Pese a la seguridad de sus palabras, acababa de inventárselo. Aunque si eso le servía para que el rubio estuviese más atento al entorno y a lo que pudiera o no sucederle, bienvenido fuese. De todos modos, en silencio, como siempre, tendría un ojo puesto en él solo por si acaso.

Tras el agradecimiento le devolvió la sonrisa; simpática en apariencia y, sin embargo, algo vacía en el fondo. Su ofrecimiento no había nacido de la generosidad y nada tenía que ver con ninguna buena intención; solo era un gesto útil. Necesitaba al otro bien y en forma, eso es todo. Su compañía había aliviado enormemente la carga de las misiones y lo que antes podían ser obstáculos insorteables ahora no eran salvo meros peldaños fáciles de escalar. Así pues, como buen socio, no podía descuidarle. Usar y dejarse usar, esa era la base del trato entre ambos.

– Para nada. – Negó con la cabeza. – Crecí en París, recuerda. – Rodó los ojos a él por un segundo, invitándole a hacer memoria. Quién sabe cuándo le había contado sobre sus orígenes, pero por supuesto lo había hecho. Seis meses dan para mucho. – ¿Por qué? ¿Quieres que te lleve por ahí y te haga un tour? – Sonrió ladino, con más gracia que verdadera malicia. – No planeo volver a casa, pero tal vez algún día te enseñe el lugar al que marché. – En su juventud, tras lo ocurrido con sus padres y antes de afiliarse al Mar Errante. No sentía ninguna conexión especial con la localidad y, todo sea dicho, tampoco es que se quedase demasiado; no obstante, había sido el comienzo de su aventura. Carecería de valor, pero el recuerdo no era malo.

Ya con los pies en la arena, una pequeña risa escapó de entre sus labios por su reacción. No necesitó decir más; se habían entendido. – Los que quieras. – No iba a moverse del sitio. Lo que sí hizo, sin embargo, fue desabrochar los botones que de su camisa. Rápidamente atrajo algunas miradas. Consciente de ello, guiñó el ojo a su público entre juguetón y travieso. ¿Sinceramente? El plan era dejar que el otro se encargase de conseguirles un techo; él solo quería pasear por la orilla y buscar alguna caracola bonita para su colección. Ahora bien, no por ello se cerraría puertas. No era estúpido.

Poco tardó el contrario en dejase ver y menos tardó Jean-Marc en clavar la vista en él. Lo que más llamó su atención fue el tono empleado y su posterior cambio. Era obvio que tramaba algo. Si pensó en pronunciarse al respecto o no, no importa. – ¡Oye! – Frunció el ceño al verle marchar. – ¡Kaiser, la crema! ¡Kaiser! – Incluso abrió la mochila para buscarla y... ¿Mostrársela? No, ya no estaba ahí. Al final solo suspiró, recogió las pertenencias ajenas y buscó el mejor hueco para instalarse. Es decir, lo suficientemente cerca como para escuchar la conversación del grupito femenino, pero no tanto como para hacerlo evidente.

Para sorpresa de nadie, resulta que el otro tenía razón. Sí, manejaban dinero. Si el mencionado reloj o los bolsos de marca que traían no lo hacían obvio, la forma en la que alardeaban de su alto tren de vida lo decía todo. Viajes, fiestas, barcos, casa en la playa... Qué conveniente. Sentado en la toalla, divisó a su compañero a lo lejos y levantó el brazo para hacerle señas y que pudiera localizarle cuando saliese del agua. Entonces le contaría todo. Eso sí, no sin antes collejearle por haberse ido de esa manera.

CarefulEuropa, costa francesa. 12:30 PM —Soy muchas cosas pero estúpido no es una de ellas —advirtió, por si también se le había olvidado ese detalle. Por su parte no, no escapaba a su memoria el origen ajeno o su lugar de residencia, al menos por lo que le hubiese contado—. Que seas parisino no impidió en ningún punto que viajases a la costa a veranear, por ejemplo —dijo dando un nuevo trago a su bebida—. Todo lo que quería saber era si conocías la zona o nos movíamos a ciegas —como en la mayoría de sus misiones, pues a menos que fuesen al pequeño pueblo alemán donde nació, el mundo le era desconocido.

Cuando llegaron a la playa, con el plan en marcha, todo lo que le faltaba era actuar de la mejor manera posible. Si tenía que interpretar el papel de joven adulto abierto, extravertido, sonriente, amable e incluso coqueto para ganarse a esas mujeres lo haría sin dudarlo dos veces. En el agua, sin haber escuchado la voz ajena, poco tardó en sumergirse y dar un par de brazadas bajo el mar hasta volver a la superficie. Ugh, aborrecía la salinidad del océano y el sabor que ahora impregnaba sus labios. Pese a ello su sonrisa no se borraría en ningún momento., ni siquiera cuando saludó con la mano al contrario desde la distancia.

Se entretuvo por un rato en el agua. Ya que estaba aprovecharía el tiempo, y no era como si viviese estresado precisamente. Por suerte o por desgracia, cuando los peligros llegaban, era capaz de hacerlos frente sin demasiado esfuerzo. Ya fuese por su clase de servant o por la debilidad de los enemigos, desde hacía un par de meses no se había visto en la necesidad de usar su verdadero potencial. Ahora bien, que tras unos minutos, puesto que su intención no era tampoco arrugarse como una pasa, salió del agua.

Su caminar era firme y seguro. La expresión de su rostro no hacía salvo invitar a las miradas, aunque él estaba más centrado en su compañero para evitar mostrarse descarado. ¿O no? Porque al acortar distancia suficiente no tuvo ningún tipo de reparo en acariciar su abdomen actuando una inocencia y vergüenza de la que carecía. —¿Seguro que no quieres darte un baño? El agua está impresionante —fue lo primero que dijo antes de, amigable por su parte, acuclillarse frente a él y sacudir su cabello como el cachorro que no era en busca de salpicarle.

¿No actuaban así los amigos? Mejor crear un buen ambiente y mostrar complicidad en lugar de enseñarle al mundo sus verdaderas personalidades. —¿Y bien? —preguntó, aprovechando que se inclinó hacia él, a pocos centímetros de su cuerpo y su oído, para ser más sutil con sus palabras. Agarró la toalla extra para secarse un poco, en el proceso, remarcando no solo su tonificado cuerpo sino la existencia de los tatuajes. Había a quienes llamaban la atención en demasía. Fue ahí que se percató del bote de crema y una idea pasó por su mente—. ¿Qué crees que es más atractivo: que dos chicos jóvenes monten una escena embadurnándose en crema... O que vayamos a preguntar si tienen porque se nos ha acabado y, de paso, tantear hasta qué punto están receptivas? —habló moderado, sentado en la toalla ajena, frente a él, con sus piernas cruzadas y secando su pelo un poco.