Perdidos en la montaña [Priv]

¿Cómo se había encontrado en esta situación tan particular? Recapitulando, en su visita a Japón, Alejandro fue junto a un grupo de turismo hacia el Monte Fuji para conocer las bondades de aquella montaña. Sin embargo, en medio de la excitante excursión de turistas por el imponente monte Fuji, Alejandro se separó del grupo debido a su insaciable curiosidad. Inmerso en su pasión por el conocimiento y los misterios del mundo, no pudo resistirse a la tentación de explorar más allá de los caminos trazados. La belleza natural del monte Fuji y la atmósfera cargada de historia y leyendas lo cautivaron por completo. Ajeno a la distancia que estaba creando entre él y el grupo, Alejandro se aventuró en un área apartada del bosque, dejando atrás los caminos transitados.

Conforme avanzaba, una mezcla de emociones lo invadió. La curiosidad se entrelazaba con la incertidumbre mientras se adentraba cada vez más en el laberinto de árboles desconocidos. Pese a ello, su determinación no menguaba. La oportunidad de descubrir secretos ocultos en el monte Fuji lo impulsaba a seguir adelante.

Cada paso en aquel terreno desconocido alimentaba su asombro. La majestuosidad de los árboles, las formaciones rocosas y los sonidos de la naturaleza despertaban en él un sentido de conexión con algo más profundo. Cada rincón parecía esconder un enigma por resolver. La mente de Alejandro se llenaba de preguntas sin respuesta: ¿Qué secretos guardaba aquel lugar apartado? ¿Qué tesoros olvidados podrían encontrarse a su paso?

Mientras continuaba explorando, se topó con un antiguo santuario. La energía que emanaba de aquel lugar era tangible y envolvente. Sin poder resistir la tentación, Alejandro cruzó el umbral del santuario. Los símbolos grabados en las paredes y las reliquias antiguas que adornaban el lugar lo cautivaron de inmediato. Cada detalle le sugería teorías e hipótesis sobre el propósito del santuario y su relación con el monte Fuji. En medio de sus investigaciones, no se dio cuenta de cuanto tiempo estaba pasando y antes que quisiera darse cuenta, el sol ya se estaba ocultando, dando paso a la oscuridad de la noche. Alejandro suspiró y tomó su mochila donde traía sus cosas de viaje. Era demasiado peligros volver con la oscuridad, por lo que no le quedaba otra que encontrar el camino de vuelta mañana temprano.

Ya habiendo asentado su tienda de campaña en las inmediaciones, Alejandro empezó a tomar medidas para sobrevivir la noche. Por lo que notó, iba a ser una fría, por lo que necesitaba piedras para poder hacer una fogata. Se llevó una mano al mentón, un tanto pensativo. Miró hacia el cielo, aquellas nubes cubriendo todo el espacio mientras mantenía su único ojo cerrado. Finalmente chasqueó sus dedos, asintiendo para si mismo. Si mal no recordaba, había un río cerca del cual podía sacar agua para la noche. Además, si había un río, también podrían haber piedras. Con eso en mente, trazó rápidamente un plan de acción de forma fugaz dentro de su cabecita. Tranquilamente tomó una botella y cerró sus ojos, concentrándose. Al cabo de unos segundos, captó el sonido de lo que claramente era el río, por lo que puso en marcha en esa dirección a paso firme y decidido.

Abriéndose paso entre las malezas y los árboles, Alejandro finalmente consiguió llegar hasta el río. Por suerte, no estaba tan alejado del santuario donde montó su tienda de campaña, por lo que no iba a haber mucho problema. Lo que no esperó, sin embargo, fue ver a una mujer allí también instalada con una bolsa de dormir. — Eh... — masculló, puesto que no pensaba que alguien estuviera tan loco como él para no darse cuenta del tiempo que pasaba y, por ende, terminaran perdidos en el bosque circundante de la zona baja del monte Fuji. Ahora, ¿qué hacer? Probablemente la mujer ya había reparado en su presencia al momento que hizo todo ese ruido, por lo que fingir que aún no se habían visto no era lo ideal. Con eso en mente, supuso que la mejor opción era darse a conocer para no ser tomado como alguien hostil.

— Lamento si te interrumpo. Solo vine a... buscar unas piedras y rellenar mi botella de agua — le dijo el moreno a la mujer de buenos atributos, yendo hacia el río, pero sin quitarle la mirada de encima. Empezó a rellenar la botella y una vez lo hizo, le dio un trago y se volteó para encarar a la mujer. — Sinceramente, no esperaba ver que alguien más tuviera la idea loca de perderse en estos bosques. Creía que era el único — soltó una suave carcajada, acercándose a la mujer. — Mi nombre es Alejandro, por cierto. Solo un simple turista que se perdió por estos lados y ahora tiene que pasar la noche en este sitio — se presentó con diversión.