The show must go on —priv.
Nero Claudius

Primera llamada.
Los espectadores murmuran, entre ellos aún hay inexpertos que, con un poco de demora, ingresan presurosos al teatro en búsqueda del mejor asiento que puedan encontrar, pues saben que serán testigos de algo increíble.
Segunda llamada.
El público al borde de su asiento se vuelve una multitud difusa conformada sólo por un centenar de miradas expectantes que enfocan su atención absoluta sobre el escenario.
Tercera llamada.
Silencio absoluto, negritud que consume el alma y el espíritu… hasta ese momento crucial, aquel que no es previo o posterior sino oportuno.
El intérprete se recorre el escenario con pasión desenfrenada, a cada paso golpea el suelo ferozmente orgulloso de fuerza y se arroja a la contienda sin temerle a nada, cual bravo corcel al sonido de la trompeta que clama conflicto, guerra cruenta e insaciable.
Dado que Nero Claudius es, ante todo, una artista, la invocación que la trajese de vuelta al plano terrenal no podía ser menos que eso. Una digna entrada, climática y ante todo, en el momento y lugar adecuados. Poco esperaría ella o cualquier otro, sin embargo, que aquello acabase ocurriendo en , una amedrentada ciudad de Japón, donde el aire que añora la memoria de una ya lejana época de prosperidad se entremezcla con un doloroso sentimiento de tragedia, pérdida y ese insoportable aroma a ceniza que amarga cada respiro de sus residentes.
Kyoto, una vez hogar de tradiciones y belleza, se ha transformado en un mausoleo silencioso y oscuro. En sus calles vacías yacen las cicatrices de la catástrofe, mientras el espíritu de la ciudad se aferra a los fragmentos rotos de su legado. Un recordatorio eterno de la fragilidad de la existencia y la belleza efímera que una vez fue, mientras aguarda por la posibilidad de un renacimiento genuinamente incierto, e incluso eso, puede ser un eufemismo.
La desesperación agrieta tanto las avenidas de la ciudad así como los corazones frágiles de sus habitantes, humanos que, pese a su naturaleza supuestamente civilizada, se transforman en carroñeros capaces de acechar y depredar a un cordero herido, que les rehuye despavorido.
Los pasos acelerados de la persecución entre aquel cordero y sus ruines perseguidores hacen eco en un desolado callejón cuando, finalmente, Nero escucha su llamado y, de algún modo, hace acto de aparición en el lugar, interponiéndose entre quien sin saberlo ha invocado su presencia. Su silueta, siempre imponente como debería serlo la de un emperador, se ve recubierta por un halo de luz y pétalos de rosa cuando finalmente se presenta sobre aquel caótico escenario, primero encarando a quien, sin saberlo, ha hecho resonar su pedido de auxilio más allá del umbral de la vida y de la muerte.
Voltea a sus espaldas para encontrarse con tres hombres de expresión entre incrédula y frustrada, mas antes de dedicarles un segundo más de su valiosa atención, vuelve a centrarse en aquel que ha clamado por su presencia.
—Pareces alguien sensato —asegura, satisfecha —. Después de todo, he llegado en el momento más oportuno. —Una sonrisa cálida y ligeramente confianzuda se forma en sus labios al tiempo que inclina el rostro hacia la izquierda.
Oportuno, sin embargo, no implica siempre que se trate del tiempo más conveniente y esto lo recuerda cuando escucha el grito de uno de los denominados carroñeros dispuesto a atacarle por la espalda.
Al parecer, no hay lugar para presentaciones justo ahora.
Desenvaina la espada en un movimiento instintivo y procede a dar exactamente tres estocadas, agraciadas y acompasadas al son de una orquesta de batalla que sólo un audaz emperador puede escuchar.

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[quote="Nero Claudius"]
The show must go onAño 2020 — Por la noche. / Kyoto, Japón
Pese al peligro, la expresión de mi rostro no cambiaba. Indiferente y solemne, inspeccionaba a esos tipos vestidos de tal forma que no podía verse sus apariencias del todo. Mi mente analítica empezó a hacer de las suyas e intentó hilar alguna clase conjetura. Sin embargo, no llegue a nada. — No me dijeron nada de que iba a estar en peligro — asentí relajadamente. Sin Bonney cerca, la opción más viable era... — Lo siento, llevo prisas. Nos vemos — y tras decir eso me terminé por girar y salí corriendo de ahí. Estaba plenamente consciente de que me seguían la pista de cerca y aún así, nada... Simplemente, indiferente y analítico total. Pensaba fríamente en cual serían mis mejores posibilidades para poder hacer algo, pero no tenía muchos a la mano por ser algo donde fui pillado por sorpresa.
Corría y corría, y mientras lo hacía mis ojos no se despegaban de las calles. Silenciosas, oscuras... Si ningún signo de vida. No había toque de queda oficial en Japón. Sin embargo, oficialmente las personas lo hacían igualmente por ellos mismos. En la noche los fantasmales estaban completamente activos. Para los humanos cualquiera, encontrarse con uno por accidente, significaba la muerte. Todo se paralizaba a cierta hora del día y se detenía. Ningún comercio, ningún signo de vida... Nada de nada, en lo absoluto. Y esos pensamientos hicieron que no se diera cuenta que se estaba metiendo en un callejón sin salida. Parpadeó, sintiendo como sus captores lo acorralaban.
No había más, iba a morir aquí y lo aceptaba. De todas formas la vida de un homúnculo nunca era larga. Con ojos vacíos y sin inmutarse, esperé mi final. De verdad que lo tenía aceptado, pero... El rostro de BB apareció fugazmente en mi mente y mis ojos vacíos, se llenaron de vida por unos instantes. — ... No puedo morir aquí — exclamé suavemente.
Simples palabras, pero que tuvieron el efecto deseado. Uno de los sellos de comando de su brazo empezaron a brillar con fuerza y un ardor inexplicable apareció de repente en aquella zona. Sin poder hacer nada, la zona brilló y tuve que cubrirme los ojos para no mirar directamente, porque era una luz muy intensa. Cuando esta se apartó, vi... Rojo. Únicamente rojo. Una dama de rojo, con un cabello rubio dorado y unos ojos verdosos que nunca antes había visto en mi vida, pero... Solo al ver aquella persona, mi corazón dio badum.
En mi mente llena de oscuridad, habían tres estrellas. Una brillaba con fuerza, pero las otras dos estaban opacas... Sin vida. Pero inmediatamente, una de estas empezó a brillar con fuerza, iluminando más su oscura mente. — Nero... — exclamé con suavidad, el nombre saliendo inconsciente de mis labios. Aquellas palabras y aquella sonrisa, hicieron que mi corazón volteara nuevamente sin poder evitarlo. Inmediatamente, con gracia la chica se despachó a sus tres captores fácilmente. Tomé un poco de aire y vi mi brazo. Efectivamente, otros sellos de comando se habían activado... y eso explicaba porque de repente se sentía tan cansado.
— ... Si, soy tu máster... — murmuré, estirando mi mano para tomar la suya propia y verla detenidamente. —No sé porque... Pero me alegro de verte — y el atisbo de una sonrisa se hizo presente en sus labios.

Pese al peligro, la expresión de mi rostro no cambiaba. Indiferente y solemne, inspeccionaba a esos tipos vestidos de tal forma que no podía verse sus apariencias del todo. Mi mente analítica empezó a hacer de las suyas e intentó hilar alguna clase conjetura. Sin embargo, no llegue a nada. — No me dijeron nada de que iba a estar en peligro — asentí relajadamente. Sin Bonney cerca, la opción más viable era... — Lo siento, llevo prisas. Nos vemos — y tras decir eso me terminé por girar y salí corriendo de ahí. Estaba plenamente consciente de que me seguían la pista de cerca y aún así, nada... Simplemente, indiferente y analítico total. Pensaba fríamente en cual serían mis mejores posibilidades para poder hacer algo, pero no tenía muchos a la mano por ser algo donde fui pillado por sorpresa.
Corría y corría, y mientras lo hacía mis ojos no se despegaban de las calles. Silenciosas, oscuras... Si ningún signo de vida. No había toque de queda oficial en Japón. Sin embargo, oficialmente las personas lo hacían igualmente por ellos mismos. En la noche los fantasmales estaban completamente activos. Para los humanos cualquiera, encontrarse con uno por accidente, significaba la muerte. Todo se paralizaba a cierta hora del día y se detenía. Ningún comercio, ningún signo de vida... Nada de nada, en lo absoluto. Y esos pensamientos hicieron que no se diera cuenta que se estaba metiendo en un callejón sin salida. Parpadeó, sintiendo como sus captores lo acorralaban.
No había más, iba a morir aquí y lo aceptaba. De todas formas la vida de un homúnculo nunca era larga. Con ojos vacíos y sin inmutarse, esperé mi final. De verdad que lo tenía aceptado, pero... El rostro de BB apareció fugazmente en mi mente y mis ojos vacíos, se llenaron de vida por unos instantes. — ... No puedo morir aquí — exclamé suavemente.
Simples palabras, pero que tuvieron el efecto deseado. Uno de los sellos de comando de su brazo empezaron a brillar con fuerza y un ardor inexplicable apareció de repente en aquella zona. Sin poder hacer nada, la zona brilló y tuve que cubrirme los ojos para no mirar directamente, porque era una luz muy intensa. Cuando esta se apartó, vi... Rojo. Únicamente rojo. Una dama de rojo, con un cabello rubio dorado y unos ojos verdosos que nunca antes había visto en mi vida, pero... Solo al ver aquella persona, mi corazón dio badum.
En mi mente llena de oscuridad, habían tres estrellas. Una brillaba con fuerza, pero las otras dos estaban opacas... Sin vida. Pero inmediatamente, una de estas empezó a brillar con fuerza, iluminando más su oscura mente. — Nero... — exclamé con suavidad, el nombre saliendo inconsciente de mis labios. Aquellas palabras y aquella sonrisa, hicieron que mi corazón volteara nuevamente sin poder evitarlo. Inmediatamente, con gracia la chica se despachó a sus tres captores fácilmente. Tomé un poco de aire y vi mi brazo. Efectivamente, otros sellos de comando se habían activado... y eso explicaba porque de repente se sentía tan cansado.
— ... Si, soy tu máster... — murmuré, estirando mi mano para tomar la suya propia y verla detenidamente. —No sé porque... Pero me alegro de verte — y el atisbo de una sonrisa se hizo presente en sus labios.

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Nero Claudius

Alguien tan reconocido, tan magnificente y tan absolutamente memorable como lo es la emperatriz, no debería extrañarse ante la mera mención de su nombre, un nombre claro, noble y que acarrea consigo una serie de títulos, hazañas y responsabilidades capaces de cruzar las barreras del tiempo y grabarse en los recuerdos de la humanidad.
Hay, sin embargo, un detalle que le inquieta…
¿Exactamente cuándo lo averiguó?
Una vez más, no es el qué o el cómo, sino el cuándo, pues ignora el momento en el que pudo develar su identidad, mas las circunstancias no dan cabida a cuestionamientos absurdos, no hasta que, de una vez por todos, los dos quedan solos, ya sin desagradables y facinerosos intrusos de por medio.
El roce de sus manos le evoca una sensación familiar, una calidez que la remonta al hogar, pero no a su querida y conocida Roma sino… uno en el que no recuerda haber estado, no aún al menos. Su expresión refleja brevemente el desconcierto que le invade pero, más pronto que tarde, decide estrechar con firmeza la mano de su master y dedicarle una expresión mucho más amigable.
—¡Umu! Puedo decir lo mismo, pretor, es evidente que has tomado la decisión correcta y por ello he atendido tu llamado, era un encuentro predestinado —asegura, antes de llevarse las manos a la cintura. Piensa entonces en la mención de su nombre y el hecho de que, contrario a su master, ella ignora la forma en la que debería dirigirse al contrario.
—De ahora en más, permíteme ser la socia que velará por tus intereses. —Conduce la diestra hacia su pecho, para dar un aire un tanto histriónico —Y para hacerlo adecuadamente, me gustaría saber tu nombre. —Para este momento ha decidido asumir que es imposible que un master competente le vea y no reconozca su grandeza, eso debe ser.

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Hakuno Kishinami
[quote="Hakuno Kishinami"][quote="Nero Claudius"]
The show must go onAño 2020 — Por la noche. / Kyoto, Japón
El cansancio en sus hombros se hacía notar. La presión mágica que sentía tanto de Nero y BB, estaban drenando rápidamente sus reservas de tal forma que hacía todo lo posible para que no se le notara en los ojos. Aunque Hakuno tenía experiencia en tener cara de piedra al no reflejarse sus emociones, así que no se le hizo difícil mantener el rostro estoico. Eso si, el sudor que bajaba por su rostro, no se lo quitaba nadie. Si había leído que mantener un servant era difícil, pero con BB no se notaba tanto. Más que nada, porque era una demi servant y su cuerpo era humano, por lo que no corría el riesgo de desaparecer. Sin embargo, con Nero la cosa era muy distinta. Ahora si estaba sintiendo el peso. Si fuera solo ella estaría bien, pero al estar conectado a BB, si se estaba notando todo el peso mágico sobre sus hombros para poder mantenerlas.
Cuando la rubia le llamó pretor, un golpe de nostalgia vino hacia Hakuno. No lo entendía. No entendía porque sabía su nombre. No entendía porque se sentía bien estar a su lado cuando recién la conocía... No entendía porque le hacía sentir cosas que pensaba que solo BB podría hacerle sentir y al saber ahora lo que era, estaba demasiado confundido. — Umu... — la sombra de una sonrisa. — Eso es... adorable — asintió lentamente, rápidamente su semblante volviendo a ser el sereno e indiferente.
Mientras Nero ordenaba sus ideas, Hakuno revisó los cadáveres de los tipos sin miramiento alguno por estar tocando a gente muerta. Lamentablemente para él no encontró nada y supuso que era lo más lógico. Nadie llevaría cosas como identificación o cosas así, por si acaban muertos. Así no podría haber una conexión. No tenía nada para saber de donde habían salido, ni porque le habían hecho a él un objetivo en primer lugar. No tenía absolutamente nada, lo hubiera entendido si BB era la objetivo, pero él solo era un homúnculo común y corriente.
— Será un placer hacer equipo contigo, Nero — se giró y volvió a mirarla. — ... Kishinami, Hakuno Kishinami. Es un gusto — le tendió la mano para estrecharla, aunque en realidad era una excusa para volver a sentirla y el volver a sentirse bien. — Debes saber sí que no eres mi única servant — añadió, frunciendo levemente el ceño. — ¿Eso no será problema...? — aunque algo le decía que los problemas serían más por parte de BB.

El cansancio en sus hombros se hacía notar. La presión mágica que sentía tanto de Nero y BB, estaban drenando rápidamente sus reservas de tal forma que hacía todo lo posible para que no se le notara en los ojos. Aunque Hakuno tenía experiencia en tener cara de piedra al no reflejarse sus emociones, así que no se le hizo difícil mantener el rostro estoico. Eso si, el sudor que bajaba por su rostro, no se lo quitaba nadie. Si había leído que mantener un servant era difícil, pero con BB no se notaba tanto. Más que nada, porque era una demi servant y su cuerpo era humano, por lo que no corría el riesgo de desaparecer. Sin embargo, con Nero la cosa era muy distinta. Ahora si estaba sintiendo el peso. Si fuera solo ella estaría bien, pero al estar conectado a BB, si se estaba notando todo el peso mágico sobre sus hombros para poder mantenerlas.
Cuando la rubia le llamó pretor, un golpe de nostalgia vino hacia Hakuno. No lo entendía. No entendía porque sabía su nombre. No entendía porque se sentía bien estar a su lado cuando recién la conocía... No entendía porque le hacía sentir cosas que pensaba que solo BB podría hacerle sentir y al saber ahora lo que era, estaba demasiado confundido. — Umu... — la sombra de una sonrisa. — Eso es... adorable — asintió lentamente, rápidamente su semblante volviendo a ser el sereno e indiferente.
Mientras Nero ordenaba sus ideas, Hakuno revisó los cadáveres de los tipos sin miramiento alguno por estar tocando a gente muerta. Lamentablemente para él no encontró nada y supuso que era lo más lógico. Nadie llevaría cosas como identificación o cosas así, por si acaban muertos. Así no podría haber una conexión. No tenía nada para saber de donde habían salido, ni porque le habían hecho a él un objetivo en primer lugar. No tenía absolutamente nada, lo hubiera entendido si BB era la objetivo, pero él solo era un homúnculo común y corriente.
— Será un placer hacer equipo contigo, Nero — se giró y volvió a mirarla. — ... Kishinami, Hakuno Kishinami. Es un gusto — le tendió la mano para estrecharla, aunque en realidad era una excusa para volver a sentirla y el volver a sentirse bien. — Debes saber sí que no eres mi única servant — añadió, frunciendo levemente el ceño. — ¿Eso no será problema...? — aunque algo le decía que los problemas serían más por parte de BB.

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Nero Claudius

No está del todo segura que un adjetivo como «adorable» sea adecuado para describir cualquier expresión de un servant de clase Saber, o para el caso, de un regente del imperio romano; sin embargo, el efímero cambio en el semblante ajeno basta para hacer que enfoque su atención únicamente en ese detalle.
No está segura de la razón, pero tanto la impertérrita expresión en su rostro como los atisbos ocasionales de calidez que se reflejan en pequeños gestos, hacen eco en su memoria, como una imagen que está lejos de ser ignota pero no acaba de formarse del todo. Se trata quizá de un recuerdo difuso, semejante al reflejo sobre un lago con aguas ondulantes.
Con la mirada sigue los pasos del contrario, que ha decidido inspeccionar los cuerpos inertes que yacen alrededor de la escena, hasta que opta por presentarse.
—Hakuno… —reitera, paladeando cada sílaba al hacerlo. Con ello, una vez más y casi de golpe, le invade una desconcertante ola de nostalgia, y aunque reconoce como genuinas aquellas emociones que se alojan en lo más recóndito de sí misma, tiene que recordarse a sí misma un hecho bastante simple: no puede añorarse aquello que jamás se ha tenido. Ni un nombre, ni un hogar, ni siquiera un sentimiento correspondido.
Ladea la cabeza, buscando enfocarse en el presente.
—Es un nombre encantador, digno de un apuesto caballero. —Con firmeza, estrecha su mano, apretando con un poco más de fuerza que la última vez.
—¿Hm? —La revelación de otro servant resulta inesperada, pero después de un breve momento de sorpresa, Nero se limita a encogerse de hombros.
—Para nada, es claro que si me invocaste es porque era indispensable, lo siento aquí. —Con el índice, apunta a su corazón. A decir verdad, le molesta más el hecho de no haber sido la primera que el de no ser la única, pero es algo con lo que puede lidiar, después de todo, Hakuno ha decidido llamarla y más vale tomar las buenas decisiones tarde que nunca tomarlas.
—Además, si tienes la fuerza para tener dos de nosotros debes ser más increíble de lo que pensaba —apremia, antes de acercarse y darle una palmadita en la espalda, posando la diestra sobre su hombro después de hacerlo.

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No sabía porque, pero un escalofrío recorrió la espalda del castaño cuando Nero pronunció su nombre nuevamente. Como si el mero hecho de decir eso, provocara estragos en su cuerpo y él no entendía porque. Ninguna de las lecciones con Bonney le habían dicho nada de esto. Hakuno clavó su mirada en ella y pudo verlo en sus ojos. Ambos tenían... sensaciones que no deberían de tener. Como si se hubieran conocido antes, pero estaban bastante seguros que era la primera vez que posaban sus miradas sobre el uno con el otro. Hakuno no iba a negar, mirar a Nero le estaba causando un poco de jaqueca por razones desconocidas para su perosna y eso solo lo desconcertaba más y más. Además, era frustrante. Cuando creía que ya estaba empezando a entender las emociones humanas, surgían nuevas que no podía comprender.
No lo iba a negar. Cuando le dijo apuesto, el estoico Hakuno... Se sonrojó levemente, pese a que la expresión de su rostro seguía siendo vagamente indiferente, pero sus ojos demostraban otra cosa indescriptible. — Agradezco esas palabras, Nero — pausó un poco. — Perdón, Saber. Tengo entendido que los servant no les gusta que les llamemos por sus verdaderos nombres para no decirle a sus enemigos sus puntos débiles — añadió al cabo de unos segundos. Eso con Bonney no era problema por su condición de demiservant. Aparte, llamarla Nyarla era demasiado para su propio gusto. Con Nero no podía hacer eso, sin embargo.
— Yo... realmente creo que si. No lo sé, aún teniendo a BB, siento que me sentía incompleto — Hakuno se acercó a ella y con todo su poco entendimiento de invadir espacios personales, tomaría la mano de la rubia para colocarla en su propio torso. — Es... extraño. Siempre he creído que mentalmente vivo en una burbuja de oscuridad. BB pudo iluminar algo de esta y ahora tu iluminaste otra parte solo con tu presencia — estaba un poco maravillado. ¿Quién era Nero que podía causar eso en él?
El problema vino cuando le dio esa palmadita. Un servant de por si tenía más fuerza que un humano. Ahora, hablamos de Hakuno que se estaba sintiendo débil desde hacía un rato por la carga de maná, de modo que aquella palmadita fue más que suficiente para mandarlo de cuajo al suelo. Por suerte era un homúnculo y no sentía aquellos golpes como las demás personas, pero igual había dolido. — De hecho me siento bastante débil — murmuró mientras hacía un intento de levantarse tras aquella súbita palmada.

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Por un lado, está en lo correcto al asegurar que el movimiento más estratégico posible es no hacer mención de su nombre; por el otro, sin embargo, hablar de puntos débiles del emperador Nero Claudius es sencillamente inverosímil. Podría regodearse en ello y seguir disfrutando de la expresión, a sus ojos enternecedora, que Hakuno hace cuando pronuncia el memorable nombre de la emperatriz.
Se dispone a tantear ventajas y desventajas de cada alternativa cuando, repentinamente, el contrario acorta la distancia entre ambos y suscita un repentino contacto físico capaz de transmitirle una sensación cálida, como el sol de primavera que se cuela por una ventana e ilumina su rostro gentilmente. Un suspiro se le escapa y algo en su interior se sacude.
¿Mana o vísceras? No lo sabe y tampoco le interesa demasiado, porque al menos durante un instante desea permitirse ser abrasada por ese fuego atípico que nace en su interior.
Sólo interrumpe esto cuando se percata de que su rudeza desmedida ha hecho caer a Hakuno contra la acera de la calle como una ficha de dominó. Su primer instinto no es ayudarlo a ponerse de pie, sino agacharse, extender los brazos y sin dar aviso o tregua, proceder a cargarlo como una novia recién casada y en plena luna de miel.
—¡Disculpa! Creo que será mejor que no gastes más energías por ahora, pretor. —Aquello es más una comanda de un jefe militar y no una afable sugerencia.
—Umu. Si soy capaz de iluminarte, entonces lo más natural es actuar como tu faro en la oscuridad y ayudarte. —Le guiña el ojo, con una coquetería deliberada y juguetona que se evidencia en su sonrisa.

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Hakuno Kishinami

Ambos se quedaron en un profundo silencio unos momentos. Al menos por su parte, estaba disfrutando de la cercanía y de estar así con ella. Era una brisa de aire libre. Si con BB sentía pasión, con Nero estaba sintiendo... Libertad. Las más pura y llana libertad. Sentía que podía hacer cualquier cosa con ella, por muy pequeño que fuera, y nunca sería juzgado por la emperadora. Además, era demasiado nostálgico. Era la misma nostalgia que sentía a veces cuando veía a BB, pero no sabía que era lo que podía ser. Pero en fin, luego podría explorar más la razón del por qué ella le provocaba eso. Ahora en más, solo quería levantarse y ver si podía volver con BB junto a Nero, porque se estaba empezando a sentir muy débil y sabía solo una única forma para poder restaurar todo el maná perdido y a la vez estabilizarse. Antes que pudiera ponerse de pie, sin embargo, pasó lo impensado.
Parpadeó al verse cargado estilo princesa por Nero. Si alguien los viera actualmente, verían una escena de lo más chistosa. Nero no era muy... agraciada en estatura. A Hakuno, al menos en su forma masculina, le llegaba hasta el torso... Quizás un poco más arriba. Cuestión era, muy chistoso se veía como alguien chata cargaba a alguien con una estatura fuera del promedio para un japonés como Hakuno. — Lo... Intentaré, pero creo que es mejor que volvamos con BB — le dijo solemnemente. Aún siendo cargado por una chica de esa forma, el rostro de Hakuno seguía en blanco, sin mostrar ni una pizca de vergüenza por la situación.
Inconscientemente, mostró una pequeña sonrisa ante aquella forma de actuar, sorprendiéndose a si mismo por ello. Hakuno rara vez solía sonreír, y si lo hacía, lo hacía de forma falsa. Y nunca antes había sonreído de forma sincera con otra persona que no fuera Bonney. — Te tomo la palabra, Nero — le dijo suavemente. — Realmente no quiero volver a esa oscuridad. No podría soportarlo — antes estaba cómodo en su mente oscura, pero porque no conocía otra cosa. Desde que Bonney le enseñó cosas, el mero hecho de pensar en volver a esa oscura mente, encerrado a si mismo dentro de una jaula imaginaria, le parecía inverisímil.
Con toda la confianza del mundo, llevó una mano hasta su mejilla y lentamente la acarició. — Gracias por quedarte a mi lado, Saber — murmuró el castaño, dejando de sonreír al cabo de unos momentos. Aún si podía sonreír de forma sincera, le costaba al pobre mantenerlo por más de algunos segundos, pero algo era algo. El castaño levantó su mano y apuntó hacia una serie de edificios a metros de distancia. — Por ahí vivo con Bonney — le indicó para que empezara a cargarle hasta allí.

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