Tag, you're it —priv.

Miér 10 Mayo 2023, 02:23

Tag, you're it13 de Mayo, 2020 — 19:10 hrs. / Borneo, Filipinas
Sabe que la magia es peligrosa.

Durante la mayor parte de su vida, cada uno de sus actos ha girado en torno a la firme convicción de que un mundo envuelto por las fuerzas sobrenaturales es insostenible, además de indiscutiblemente inseguro para sus congéneres humanos. Ha sido consciente de eso prácticamente desde que tiene uso de la razón y, sin embargo, en estos precisos momentos no es ni remotamente capaz de comprender el cómo ha terminado en un predicamento como el que la acongoja.

Su respiración está agitada, siente una gota de sudor frío deslizarse por su frente y, para colmo, un intenso dolor punzante invade su pecho debido al violento palpitar de su corazón, mismo que, tiene la impresión, podría salírsele por la boca en cualquier momento.

Mientras hace un esfuerzo por recuperar el aliento se encuentra sentada en el suelo y con la espalda recargada en una estructura rocosa. Por su mente atraviesa una serie de imágenes que parecen recapitular lo que acaba de ocurrir, cada una más vívida que la anterior y, el sólo rememorar cada uno de estos eventos, basta y sobra para tensar cada músculo de su cuerpo.

No sabe con certeza si el nudo que se aloja en la boca de su estómago es fruto de frustración, ira o, peor aún, temor; sin embargo, tiene clara una cosa: lo que está enfrentando no puede ser un espíritu heroico común y corriente, no cuando Xiaoran en carne propia ha sido testigo de primerísima fila de la ejecución de un equipo de humanos altamente capacitados y dos despreciables, pero medianamente útiles y competentes, demiservants, cuyo sometimiento bajo el yugo ajeno no podría hacer más evidente que no se trata de un fenómeno de talla pequeña.

Maldice por lo bajo al recordar la imagen de una vida extinguiéndose de los ojos de una persona hasta que no queda nada más que un simple cascarón vacío. No es la pérdida aquello que le conmueve sino la innegable derrota, que basta para mellar justo donde más podría dolerle: en el orgullo.

No es la primera vez que agentes del Movimiento Arcadia tienen encuentros de este tipo, de hecho, se atrevería a asumir que ya han contaban con registros previos de la actividad de este servant de Mar Errante en específico, y ser consciente de ello no hace sino acrecentar el sentimiento de cólera que comienza a borbotearle en el las entrañas como un caldero hirviente.

¿Es acaso que esta misión estaba pensada para un ineludible desenlace fracasado? Eso debe ser, claro, porque se niega a pensar que pudo haber personas tan imbéciles como para pensar que un equipo pequeño podría enfrentarse a esta amenaza en particular sin que acabase en un completo fiasco.

Cuando cree que ha conseguido recuperarse de tan energética huida, se dispone a revisar el mapa que guarda en su chaqueta.

Se encuentra inmersa en la región Kalimantan de la enigmática isla de Borneo, hecho que basta para complicarle las cosas, pero incluso a sabiendas de esto se da el lujo de especular que, si al menos logra mantenerse oculta por suficiente tiempo, podrían incrementarse sus probabilidades de sobrevivir y encontrar un bote para abandonar el lugar. Esto, claro, debe conseguirlo antes de que la puesta de sol, la posicione en una situación aun más desaventajada.

Falta poco tiempo para enfrentar peor escenario posible al tener que desplazarse en la oscuridad, por lo que decide darse prisa y ponerse de pie con cuanto sigilo le resulta físicamente posible.

Jue 11 Mayo 2023, 19:06

Tag, you're itTo raise your arms on a god is to pay the ultimate price.
Érase una vez, la aventura de una hueste esperanzada, sus actos trazados por los ideales de un mañana brillante, casto de lo inhumano.

Del objetivo de la incursión, los árboles filipinos poco saben, pero éstos nada más les escucharon en las breves horas de calma y planeación que debieron tener antes de proseguir. Del sopese de algunos de sus miembros, bien sabiendo la clase de energía que emana aquella criatura que todavía se ve esbozada por el frondoso calor tropical. Que si se tratare de una criatura mítica buscada por Arcadia y sus lacayos, o un monstruo más allá de las expectativas y que constituyera, en total, una temible coincidencia, era algo que el público vegetal jamás supo; las suaves brisas que abrazan a los árboles comenzaron trayendo no más que un plácido viento para apaciguar los calores. En cuestión de minutos, esa misma brisa trajo consigo el aroma de la sangre y la muerte.

¿Y qué hacía, pues, esa humanoide rondando por los bosques? Ella misma llegó a expresar sus deseos en cuanto se le vio avistada y rodeada por el grupo de ansiosos revolucionarios, la pasión de su viaje expresa con una simple palabra, expresa con la sonrisa más efusiva, burlona y extrañamente sincera, apegada a sus pensamientos: «¡Turistas!»

Ni un ápice de cordura hubo, incluso al serle apuntada con armas de fuego. Los mismos cañones que alguna vez hubo de presenciar antes, que otrora enfrentó y le hirieron; nada más la primera bala lograre penetrar la tela del busto y hacerle sangrar, ella regresó la mirada hacia esa atroz figura, quien jaló el gatillo con total devoción a la causa de Arcadia.

—¿Una... transgresión?
El rugir de los cañones quebrantó la paz de Borneo, abriendo fuego a quemarropa contra el espíritu heroico y buscando derribarle en ese momento. Ellos ya le habían identificado; la misma escoria del Mar Errante tuvo sus razones para mandar a una de sus criaturas hacia esa zona, y ellos mismos tomaron para sí la encomienda de darle un fin, de una vez por todas.

—Todos venimos de la Tierra… y a ella volvemos…
Un desafío hacia una deidad, es lo que fue, y ésta lo aceptó con una sonrisa.

<…>

Era, entonces, una figura femenina acribillada.
De las manos brotan torrentes de sangre, de lo que alguna vez fue un vestido blanco ahora abundan manchas interminables de la esencia vital; sobre sus manos yacen coágulos de diversas fuentes, humanas y espirituales, y en su rostro permanece una pequeña, macabra sonrisa. Es ella rodeada por cadáveres, en parte desmembrados y por otra degollados, y sosteniendo un algo carmesí, todavía transpirando. El que le acompañaren vívidos iris de un brillante verde no ayudó en lo absoluto, pues es la presencia perfecta de un cazador, habiendo devorado a sus presas, mas no por ello saciada.

El grupo no había tardado en dispersarse con el afán de una posición más estratégica, teniendo a su presa acorralada y una cierta ventaja táctica. El fruto de la confianza no trajo más que desesperación en cuanto el Servant lanzó su primer ataque, logrando separar completamente los brazos de quien dio el primer disparo, todo mediante un veloz tajo trazado con sus garras. Pronto siguieron otros dos agentes, abriendo fuego hacia quien se alzó hacia las copas de los árboles, a quien aprovechó la sombra y las copas para ocultar sus movimientos. Era, realmente, la aptitud de quien caza, gozando del bosque para tomar a sus víctimas una por una, respondiendo a sus pecados con la extrusión de sus corazones.

Ni siquiera los Demiservants, los más aptos para encarar a esta criatura, tuvieron oportunidad alguna contra sus tácticas. El honor de un duelo jamás tuvo lugar alguno en sus planes, rodeándoles hasta atacar a uno por detrás. El pecho fue su objetivo, el latiente manjar siempre refrescándole entre cada asedio. El otro fue quien más éxito tuvo, armado con una espada y el vestigio de un héroe de la antigüedad, emboscándola por detrás con el filo argénteo escapando por el frente de su tórax.

Fue suficiente para que, de la deidad, emergiera un cierto respeto. Y tenía que hacerlo: ellos se esforzaron, lograron herirle y hasta la obligaron a tomar una perspectiva un tanto diferente. No bastó para que dejara vivir a ese último Demiservant, pero sí para distraerse, pues el conteo de cuerpos simplemente no dio.

En lo que el silencio una vez más reinó, ella sostuvo el motor del último Demiservant en su mano. Pequeños y sonoros sorbos, y el viaje de una alargada lengua decoraron esa horrible visión, de la deidad honrando a los sacrificios tan ofrecidos hacia ella, dando pequeñas vueltas en ese claro que se prestó cual campo de guerra, otra vez haciendo un conteo de cuerpos.

—Cinco, seis… hm, ¿no eran siete? Creí que… tch.
Es dios de la caza, ¿cómo se le puede escapar una presa? La mera idea de ello le hizo apretujar el órgano que tenía todavía en su mano, privándolo de su bien jugoso. Ya no tenía utilidad; lo descartó, y se dispuso a buscar los rastros de quienes llegasen a faltar del grupo. En caso de que fueran más de siete, claro, pues el miedo siempre es eficaz.

La raíz del terror es la incertidumbre, el saber que una vida corre aprisa, nutriéndose de los descuidos que nacen en el calor de la supervivencia. Es, pues, que cuando alguien más anhela huir, más fácil le es ser encontrado por quienes pistas buscan y el miedo huelen.

Es la filosofía de quien caza y quien huye; una búsqueda frenética donde gana quien sea más inteligente y ágil. Es este acto mismo en el que Mixcóatl, dios de la caza, se vislumbra más jubiloso.
—¡Lagartija! ¡Oh pequeña lagartija, no huyas, que no hemos acabado!

Si hay algo que recordar, es que el cielo todo lo ve. Quien huye, haría muy bien al recordar eso.

Dom 14 Mayo 2023, 02:28

Tag, you're it13 de Mayo, 2020 — 19:10 hrs. / Borneo, Filipinas
El viento susurra con un eco malicioso, agitando las hojas de los árboles a su alrededor, cuyas sombras se ciernen sobre ella, amenazantes, cual retorcidas siluetas dispuestas a apresarla en un abrazo asfixiante y eventualmente mortífero.

Por un momento cree escuchar una voz, la voz, que aunque resulta a duras penas un murmullo desde donde se encuentra, asocia al instante a un tenor de ultratumba puede pertenecer únicamente a la entidad responsable de toda esta situación: a un monstruo, porque sólo de eso puede tratarsec, un ser abominable que, aunque de fachada humanoide, posee una mirada hambrienta y fauces que anhelan la calidez casi abrasadora de un carmesí corazón luchando por concretar un último latido.

Las memorias vívidas de peones cayendo uno tras de otro como figuras de papel frente a un mero suspiro es lo que la impulsa a ponerse de pie. No se trata del reflejo de un temor inenarrable ante la idea de una muerte repentina o incluso brutal, sino a la afrenta que representaría para su orgullo caer rendida y perecer a manos de una abominación divina que usa como un simple abrigo la piel a una desdichada y miserable magi.

Es aberrante, asqueroso, en pocas palabras; el puto colmo y, además, indescriptiblemente…

«Patético» se dice a sus adentros, reprimiendo cualquier posible deje de compasión o solemnidad ante la caída de sus compañeros. Hace, incluso, un esfuerzo extra para que sus expresiones sin vida se vuelvan una imagen difusa y no un retrato con el que tenga que aprender a vivir día tras día.

En el fondo le apena especialmente la pérdida de vidas humanas y, al mismo tiempo, no puede hacer nada más que culpar a los demiservants, cuyo desempeño prefiere tachar de pobre e incompetente, como si al hacer eso le restara fuerza o presencia a quien, en esos mismos momentos, le acecha desde los cielos cual fatídico buitre llamado por el cántico de su agonía.

Al tiempo que se abre paso entre la densa vegetación, comienza a sentirse abrumada por el silencio sepulcral de Borneo. El hecho de no escuchar pasos o respiración ajena a la suya le recuerda la inhumanidad de su perseguidor, lo que le enfurece. Es entonces que comete un error, pues pisa un par de ramas que crujen bajo su calzado, haciendo eco en el lugar.

¿Se ha delatado?

No lo sabe, intuye que sí, y no da tiempo a probar su acierto o equivocación antes de comenzar a correr ya sin ninguna sutileza.

Dom 21 Mayo 2023, 03:02

Tag, you're itTo raise your arms on a god is to pay the ultimate price.
De las más grandes gracias que la víbora pudiere imaginar, es el no tener que arrancar árboles y afilarlos cuales mondadientes, los únicos palillos capaces de hurgar entre los dientes de entes gigantes. Como humana, como alguien de un tamaño más normal, basta con arrancar un trozo de la corteza, y picar entre los colmillos. Fuese por pereza o por comodidad, de vérsele en el acto, tendría una gran y complacida sonrisa, satisfecha tras el festín de almas.

Mundanidades aparte, la diferencia de perspectivas es de lo más abismal. De una víctima escapando por su vida, a un demonio que ve esas vidas como un juego.

Tenía que pensarlo, de todos modos: ¿hay oportunidad alguna de que esa criatura huya? Su oído es agudo, la selva es amplia. Las ramas crujen aquí y allá, y los vientos aúllan con lúgubres augurios. El mar es distante, las balsas por igual; las sombras murmullan, palabras ignoradas. Todo no logra sino apuntar a una noche donde el único camino adelante yace trazado en un sendero de huesos, plagado de cadáveres que obviaron el sentido común y alzaron la mano en contra de quien se proclamó regidora de los cielos. Y que si se los mencionó o no, importa poco; de nada sirve descubrir un secreto si el coste de ello es la muerte.

Así, huir de su enfrasque como tal implica lo más cercano a un milagro, a que la mano de otro dios osase abalanzarse encima y hacer de esa travesía una más serena y pacífica, donde la vida de la única superviviente no llegue a un fin tan abrupto, o en el que el monstruo que repta entre los árboles otorgue un regalo de clemencia, del improbable don que pudiese yacer oculto tras su macabra sonrisa, al ir brincando de rama en rama. Igual, sus esfuerzos no fueron los máximos, pues no hay forma de que esa persona escape.

En el gran y salvaje mundo de la realidad, sin embargo, bien se sabe que tales milagros no existen. Quien habría de brindarlo sería un dios, pero es este mismo quien busca quitarlo.

—Ah… ¿Seguirás ahí? Pf, probablemente ya haya escapado.
Fue un momento de pereza, donde la humanoide se postró sobre la rama a la que llegó, y con cuidado tomó asiento, procurando no ser muy pesada como para romperla. En el aguante de silbar y hacer la impresión de una ave, se dignó a escuchar, oír y presenciar… el canto de la nada. Del mismo surque de los vientos, de si algún céfiro acarrease pista alguna. Algo tan simple como el aleteo de un arbusto, el crujir de una ramita, o un suspiro. El miedo es algo pérfido, quiera uno o no, y hasta el más ínfimo paso erróneo es capaz de alertar a quien, pronto, se dedicaría a cazar.

Es el crujido a lo lejos lo que le alertó, entrenada en el oído y en el certamen de mutismo, encontrando a la primer descalificada. Un sutil sonido al noreste, con el cual la diestra se elevó y, en un murmullo, manifestó el cerúleo brillo de un violento, rudimentario arpón de acero: —Amhímitl.

Arrojó, entonces, la Amhímitl, un arpón hecho para la caza, forjado por leyenda y aludiendo a una deidad pesquera, con su dirección certera hacia de donde ella le oyó, el filo y su fuerza afines para partir incluso los árboles, dejando una estela de troncos vilmente talados.

No era su intención matar a esa indefensa criatura, pues lo que le entretuvo entonces era la sensación de la cacería. No lo haría por su carne, el fugaz visaje de la persona enclenque; ni sabía si era mujer u hombre, y esa incertidumbre rascó bajo su piel. Quería verle, quería escucharle; quería oír un grito de horror, o su desesperación manifiesta. Un poco de reacción del pardo venado, fuere una pronta huida o una finta de muerte. Nada deseó más en esos instantes que un poco de regocijo.

—¡No es la primera vez que ustedes me muerden el trasero de esta forma! —exclamó, pronto a encaminarse hacia donde lanzó su arpón, la herida del tórax adornando el sendero destructivo con motas carmesíes, al igual que a su vestido blanco—, ¡para que lo sepas! ¡Y su destino fue el mismo!

Lun 22 Mayo 2023, 22:17

Tag, you're it13 de Mayo, 2020 — 19:10 hrs. / Borneo, Filipinas
Al tiempo que su calzado lucha con el terreno hostil a cada su paso, su mirada determinada escudriña con premura y desesperación el sendero que se pierde cada vez más entre la densa vegetación de Borneo, misma que empieza a encontrar paulatinamente más y más asfixiante, pues sin importar cuantos obstáculos sortea con éxito, el trayecto aún se alza ante ella como un túnel infinito de incertidumbre pura.

A ratos es como si la impía selva le advirtiera de su destino ineludible, pero… no, en definitiva ha escuchado algo esta vez, algo a la distancia y que definitivamente no son sus imaginaciones ni la voz misteriosa de la tierra.

Voltea, justo a tiempo para prevenir el sonido de un tronco cayendo tras de otro como fichas de dominó que azotan el suelo en una especie de réquiem extrañamente rítmico que le produce escalofríos. Se aparta a tiempo para evitar un triste desenlace dividida por la mitad, como dos partes de una excusa de ser humano que ni siquiera ha servido a su propósito aún. Sin embargo, ha quedado parcialmente apresada entre el follaje de la copa de uno de los árboles caídos.

Intenta liberarse rápidamente, pero se ve obligada a parar al escuchar, mucho más de cerca, el tenor con el que su perseguidora clama con confianza algo sobre inevitabilidad de su deceso ahí, donde ya han caído sus colegas que, al parecer, no son más que un par de metros más para una desafortunada pila de cadáveres.

Siente la ira acumulándosele en el pecho, cual mal infeccioso que corroe la sangre y acelera su corazón, pero en ese frenesí es capaz de hilar un pensamiento racional, lo suficiente para conseguir, al menos, un poco de tiempo.

Extrae de su chaleco un artefacto metálico del tamaño de una píldora. Un contenedor de mana capaz de producir un estallido pequeño y contenido en cuestión de segundos.

—Muerde esto, basura… —murmura, mientras se retuerce entre las ramas y arroja el explosivo al lado opuesto del tronco que casi la aplasta. Su propósito no es más que el de crear una distracción, pero sabe bien que es una apuesta arriesgada.

Mar 23 Mayo 2023, 00:17

Tag, you're itTo raise your arms on a god is to pay the ultimate price.
Cinco, seis, siete, ocho…
—Ah, mierda, no, tal vez me haya pasado ahora sí. —Perdió la cuenta de las bajas del bosque.

¿Será que logró matarle por accidente? ¿Que el desemboque de los troncos talados culminare en suficientes daños colaterales como para haberle aplastado? Era un objetivo al final de todo, seguramente, pero no tenía intención alguna de darle un fin como tal. Es un ser humano, no un animal cualquiera; tenía que hacer algo con esa persona. Emboscar, atrapar, capturar e interrogar, con el ultimado fin siendo un sacrificio hacia quien reina en el más allá de los cielos, o el perdón digno de una figura divina, que acepta la ofrenda de los humanos, así como sus deseos.

Amhímitl llegó con el estruendo de un rayo, mortal en su presencia y en la mismísima estela que dejó. Con sutiles chispas humeantes en los tocones que dejó huérfanos, ella tenía más que suficientes rastros del camino a seguir, destructivo en todo sentido de la palabra, al punto en que temió cometer una transgresión contra los seres del Borneo. Así, en sus andares, depositó pequeños toques de su dedo índice en los restos de cada palma, cuidando así de apagar cualquier chispa que osare reinventar el fuego. La lista de sus prioridades jamás dejó de ser un enigma, pero nadie ha de cuestionar sus métodos; nadie enfrenta a un dios y sale con vida, o así narra un mantra para celestiales.

En el frondoso claro relativamente artificial, yace el fin de la travesía de su lanza, pronto disipándose hacia la pérfida energía mágica que envuelve al mundo. Habiendo cumplido su cometido, se dignó a dormir, hasta el momento en que Mixcóatl osase usarle de nuevo, fuere para una batalla real, u otro capricho estúpido como lo es asustar a una presa.

—Bien… no te maté, ¿o sí? —dudó, genuinamente, y heterodoxa quiso confirmar la existencia de quien casi aniquiló—. Grita una vez si sigues con vida, o dos veces si estás viva y algo te duele mucho. Estoy comenzando a cansarme de esto, así que, ¡aprisa! ¡Ándale!

Aplaudió ahí y dos veces, la segunda coincidiendo con la explosión. Una pequeña, con la calidad de un petardo, pero sorpresa suficiente para causar un respingo en la criatura divina, quien retrocedió y vio sus pupilas dilatadas. —¡Ah! ¿¡Es en serio!?

Para ser una humana, sus esfuerzos son algo que tiene que respetar. Aún ante la faz del peligro y de una muerte inminente, hace todo lo posible por huir, esconderse, y hasta distraer al depredador, quien no dudó en liberar a esa pobre criatura de su predicamento. De la prisión de troncos, del pesado follaje de varios siglos, y… con un poco de esfuerzo, de una muerte violenta. Se veía dispuesta a recompensarle con algo rápido e indoloro, con una muestra de piedad. Tal vez, con más que eso, pues un dios siempre ha de brindar los caminos necesarios. Para alguien como ella, sería difícil un sendero soleado… pero el destino siempre halla una manera.

El tronco más pesado fue abrazado por una extremidad azabache, escamosa en su totalidad. Sin mucho esfuerzo, se alzó y arrojó hacia lo lejos, dejando tras a la criatura que tanto se empeñó en huir. Ahí, el monstruo finalmente le vio en su femenino esplendor, enclenque e indefenso; el definitivo testamento de quien más logró vivir en su escuadra, más allá de quienes esbozaron la fuerza para defender y herir a la criatura.

Ella le sonrió, una muy dentada vista de quien trajo ruina a sus compañeros.
—Bien… finalmente nos encontramos. Una lástima que no tengamos dulces o café a la mano, pero, ¿qué se le hace?

Los labios se reunieron para dar paz y ocultar su dentadura, lo más vistoso ahora siendo sus ojos, como si fosforescentes fueran. Pronto en sus rodillas, y dispuesta a estudiarle un poco más, Mixcóatl aclaró al instante, con una mano alzada, que un movimiento en falso presentaría una cabeza cayendo. —No te muevas. Me han agotado, sinceramente, y si huyes pierdes tu cabeza.

Exerta la amenaza y la disfrazada petición por un momento de su tiempo, el singular dedo levantado presentó una uña. Un minúsculo verdugo, en caso de cometer un error.
—Ah… en fin —suspiró, buscando ligereza en el tan denso ambiente—. Déjame adivinar, estrellita. Hombres y mujeres armados, espíritus heroicos ocultos… Arcadia, ¿no? ¿Qué tanto tienen contra mí, eh? Que ya me atacaron antes en el Amazonas. Son unos malditos odiosos. Esforzados y esmerados, claro, pero enfadosos.

Miér 24 Mayo 2023, 14:42

Tag, you're it13 de Mayo, 2020 — 19:10 hrs. / Borneo, Filipinas
Las cosas no marchan como deberían, pero la incertidumbre del campo de batalla es tan familiar como la palma de su propia mano o la cicatriz que recorre su rostro. El ritmo de su respiración empieza a regularse, incluso cuando el árbol que antes fuera su captor es arrojado en otra dirección cual diminuto y patético mondadientes.

Lo que antes la hubiera hecho sentirse presa resulta ser también lo único que se interponía entre su persona y el monstruo con el que ahora está frente a frente. Por instinto, Xiaoran analiza de pies a cabeza a su adversaria, pues siendo plenamente consciente de su posición desaventajada, lo más sensato es escanear y ubicar cualquier entrada, cualquier debilidad, o cualquier imperfección. De inmediato repara en su complexión imponente y en cada una de las rarezas que componen en su totalidad la figura de algo que no puede ser humano y, por tanto, le produce un rechazo inmediato.

Plumas, escamas y un brillo sobrenatural en los iris de sus ojos que evoca la misma sensación que los letreros con luz neón en los barrios chinos de mala muerte.

Es aberrante, siente repulsión, pero al mismo tiempo está cautivada, por el simple hecho de verla sangrar, verla como mortal y que, por suerte o por azar, su propio corazón aún siga latiendo dentro de su pecho.

Acepta su amenazadora invitación a permanecer en su lugar, puesto que no tiene otra opción y, casi expectante, la escucha hablar. Sus suposiciones son acertadas, pero Xiaoran, impertérrita, no ve qué papel ha de desempeñar dentro de esa conversación, ¿es acaso una rehén que debe corroborar sus sospechas?

—¿Cómo sabes de Arcadia? —responde a su pregunta con otra. No ve fin alguno en tomar el rol de mártir o agente amedrentado que no dirá para quien trabaja cuando es evidente que su enemigo conoce la respuesta; en cambio, busca tantear terreno y, con suerte, un intercambio de información efectivo.

No baja la guardia, cada músculo de su cuerpo está tenso, pero debe aprovechar la situación, conseguirse más tiempo.

Sólo unos minutos más, es todo lo que necesita para hallar una vía de escape.

Miér 24 Mayo 2023, 21:41

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Es casi una pena la herida que todavía brota, manchando más y más lo que, bajo otras circunstancias, podría ser un vestido interesante. Y ella como criatura cuida de su vestimenta y su figura, conocedora de las buenas impresiones y la apariencia, más allá de las moralidades y las consecuencias… el que estuviese a meros instantes de cercenar la vida de alguien no amerita que pueda perder su propio estilo.

—¿Huh? ¿Eres nueva? —La mano bajó, y su entrecejo tomó su turno para levantarse. El que no le conociera da cierta intriga, ¡esperaba para entonces ser ya una celebridad! Para quienes moran en los pasillos de Arcadia, si es que los poseen, un nombre reconocido; la misma entidad que los padres mencionarían a sus niños, si éstos no desearen dormir. Un poco de mito agregado a la tradición, y un nombre más a una lista de monstruosidades. Esa clase de reconocimiento, retorcida devoción, le hubiera dado gusto conocer... pero el que no, le dejó un mal sabor de boca.

Suspiró al final, y se abalanzó atrás, tomando un asiento sobre la tierra. Con cierto sarcasmo decoró sus prontas palabras, tirando por despreocupar a su rehén. —Calma, calma, no me voy a morir ni nada. Solamente estoy cansada… esta herida duele un poco.

Mixcóatl respiró profundo, cerrando sus ojos en un arriesgado acto de meditación y relajación. Claro, de momentos, abría un poco uno de sus ojos, la curiosidad de ver las reacciones de la mujer incitándole a la ofrenda de tales atisbos de esperanza, del anhelo de una breve huida. Sin importar qué, ella no permitiría que ella se fuera sin su permiso; tal es el juicio de una divinidad, y sea creyente o no, le vendría de maravilla a la mujer capturada poder comprender ese concepto. Por lo menos, el hecho de que yace frente a un enemigo invencible.

Suspiró otra vez, exhalando una buena bocanada de aire. —Ya me los he encontrado antes, ¿sabes? En el Amazonas.

Todavía podía recordarlo como si hubiera sido ayer. Casi, realmente: hace cinco días.

—Digamos que fui a explorar por ahí un poco, ¿no? Me considero una buena conocedora. Me gusta aprender, descubrir cosas… y en las profundidades de la selva, hay mucho que encontrar y encarar.

La amenidad de esa charla daba un aire que contrasta extremo con lo que transpiró hace segundos, pues el Pseudoservant se vio con la facultad y deseo de conversar. Más que eso, lo narró cual anécdota, instada incluso a levantarse de su posición con cuidado. No quería asustar a su pequeña invitada, después de todo, aún si al voltearse la cola reptiliana viró y rozó con sus piernas. Dejando a un lado el paisaje de su ajustado vestido por detrás al levantarse, ella dio unos pasos, sacudiendo aserrín de uno de los tocones. Hecho esto, lo tomó como asiento, mirando de vuelta a la prisionera, con sus piernas cruzadas y una emocionada sonrisa plasmada en sus labios.

—No pensé que me encontraría con humanos armados, ¿sabes? Y algo dijeron sobre Arcadia, que buscan un futuro prometedor para la humanidad. Que es su misión, que nos-- me enfrentarían… detalles, detalles. —Terminó con una expresión de nostalgia, desviando la mirada por otros breves instantes. Realmente le había gustado el spiel en su momento, pero un ataque es un ataque. —En fin, imaginé eran ustedes de nuevo. Ahora sí me hicieron daño, eso sí… y mierda, duele.~

Acabado el recuento, la sonrisa crece entonces dentada de nueva cuenta, habiéndole dado a la integrante de Arcadia un poco de trasfondo. La anécdota de cómo no es la primera escuadra cuyos corazones devora. —¿Te basta con eso? No creo que quieras saber cómo los maté, sería una… ah, pérdida de tiempo.

Dom 28 Mayo 2023, 01:10

Tag, you're it13 de Mayo, 2020 — 19:10 hrs. / Borneo, Filipinas
¿Nueva?

Enarca una ceja, intrigada no por la suposición, sino por el hecho de que la expresión adversa delata cierto desconcierto equiparado sólo con lo que asume es decepción. No está segura de qué pensar o sentir, no al menos más allá de una gran frustración con respecto a la gran bocota de sus fallecidos colegas, quienes aparentemente revelaron la causa de Arcadia en lo que supone fue un pobre despliegue patriótico antes de estirar la pata.

Frunce el ceño, no porque sea incapaz de reconocer la figura frente a ella, pues ha tenido en sus manos documentación sobre su apariencia inconfundible y lo que ahora asume no es más que una fracción de sus habilidades; se encuentra molesta, más bien, porque pese a saber eso, está en una clara desventaja ya no sólo a un nivel físico-mágico sino teórico también, todo porque alguien en determinado momento tomó la decisión de proveer información innecesaria a un objetivo.

Xiaoran personalmente no entiende a aquellos que se tatúan «Arcadia» en la frente con la esperanza de que esto acarree algún beneficio. Es como ver un pájaro estrellándose contra el cristal de una ventana.

Por otro lado, sabe que no puede darse el lujo de sumirse en lo que se debería haber hecho, no cuando en esos momentos su vida sigue en riesgo y está a tan corta distancia de una… criatura como esa.

Su cuerpo está tenso, pero conforme la conversación continúa puede darse el lujo de respirar y disimular de mejor manera los sentimientos que se le acumulan en el pecho.

—Me basta, sí, ahora he corroborado que la gran mayoría de mis camaradas americanos son imbéciles. —Desvía la mirada un momento, fingiéndose inmutable y casi despreocupada pese a la situación que le rodea.

—No te ofendas, pero hay muchos que te darían caza además de Arcadia, así que el que hayas averiguado exactamente quiénes estaban detrás de la emboscada en el Amazonas… —Hace una pausa, y rasca su mejilla sin demasiada fuerza —. Bueno, ese error recae en nuestro equipo, supongo, es una pena. —Bufa, para acto seguido acomodar uno de sus mechones de pelo detrás de su oreja, intentando reintegrar su apariencia formal de costumbre.

—Aunque, creo que puedo decir que mejoramos. —Sin reparo o disimulo alguno, fija la vista sobre la herida ajena, teñida de un carmesí inconfundible.

Vie 02 Jun 2023, 19:54

Tag, you're itTo raise your arms on a god is to pay the ultimate price.Su respuesta se hizo clara, y ella respetaría eso. Con el esfuerzo para evitar reírse, claro, atracada por la reacción y la percepción de la niña sobre sus compañeros. —Pff, imbéciles… ¡Sí! Podría decirse que sí. Hubo algunas cosas de ellos que me sorprendieron, lo admito, pero… bueno, tontos.

Sus piernas, largas y esbeltas, ostentaron todavía el detalle de pantimedias. Lo más sorprendente sería, entonces, no la presencia al frente, el potencial que irradia un Espíritu Heroico como el suyo, y ni siquiera lo habría de ser el estilo de su vestido blanco, ahora manchado con la misma esencia que fluye dentro de sí; es el que la fábrica negruzca permanezca entera, sin tallones notables ni rasgaduras aparentes, pese la violencia con la que despachó a los miembros del escuadrón, ni sus pequeñas aventuras en, de todos los lugares, una isla. El ambiente da para total hostilidad hacia una prenda tan frágil y elegante como lo es esa… pero se preservó, al parecer.

La charla prosiguió, en todo caso; la mujer cautiva le dio por igual su punto de vista, notándosele en lo absoluto orgullosa de la calidad de los miembros de su coalición. Presentó, así, una expresión de lástima en los ojos de la reptil, áspid cósmico regocijado en el júbilo de una charla con su pequeña prisionera de guerra. Realmente, ayudaba a matar el tiempo, y no negaría que perder su tiempo de tal forma es mejor que otras.

—Sí… ¿sabes? Creo que les das menos crédito del que merecen, niña. Y ya para que lo diga yo, debes ser una basura de persona.~

Otra vez esbozó una sonrisa casi violenta, permitiéndose una expresión un tanto más informal, al borde de insultarla. Se percató de ello, y ambas manos se alzaron, al igual que sus párpados; se arrepintió de eso en un instante, habiendo sido algo definitivamente no-digno de alguien de su posición, especie, poder… la lista seguiría.

—Ah, perdón. No debí decir eso, disculpa —bufó entonces, con una pequeña risa, adelgazando en demasía la línea entre un comentario inocente y accidental, y un rudo sarcasmo que no teme de amedrentar más la moral opuesta; siendo ella, ¿qué buscaba realmente?—. Seguro debes de tener amigos ahí, ¿no? Además, además, pues… ¡qué te digo! Me sorprendieron esa última vez, ¿sabes? Fue algo bastante increíble lo que hicieron, ni siquiera yo me lo habría imaginado.

Se desacomodaron de nuevo sus piernas, solamente para cambiar de posición y cruzarse otra vez, papeles invertidos en cada sensual pilar. —Caster y Berserker, se llamaron ellos dos. Lindos, de cierto modo, una rubia y el otro medio albino.~

El desvío de sus planes y de sus pensamientos comenzó, pues alzó la mirada hacia la copa de los árboles, su única testigo inadvertida ante la forma en que la bella esperpento comenzaría a desenvolverse, pensando en el relato de una auténtica masacre reciente vivida, como si fuese un cuento. Una narración para nadie más que la mujer de Arcadia; una presentación en vivo de su gusto por esa oración.

—Pasa que, ¡trabajaron en conjunto! Como amiguitos y todo, en equipo. La Caster fue y le dijo, «¡cuidado!», a lo que éste respondió y le acató. Ella le pudo proveer de encantamientos para fortalecerlo, y el otro Berserker, vaya, estuvo a nada de ganarme en poder un par de veces.

Se distraía, eventualmente, en lo que sus pensamientos divagaron hacia las sensaciones de orgullo. Su corazón late por esfuerzos tales, y lo que éstos lograron no fue una excepción; humanos o no, habían ganado un cierto lugar en el panteón de sus memorias. El índice derecho incluso aterrizo sobre la propia comisura de sus labios, pensando en el momento.

—¿Habrán sido pareja, tal vez? ¿O simplemente muy buenos amigos? Bueno, no, me desvío-- —retiró de las hojarascas su mirada y agitó su cabeza y sus pies, glaucos ojos una vez más sobre la capturada—, el punto es… que trabajaron en equipo. Se tuvieron confianza, y lo hicieron de maravilla. ¡Fue genial!

Sonaba más emocionada por eso ella que los mismos seres que enfrentó. No obstante, mientras más observó a la joven… más quiso indagar en sus pensamientos.

—¿Será que no puedes confiar en ellos? ¿Careces de amigos ahí, tal vez? ¿O alguna mala experiencia? ¿Vocación incorrecta?
No quería presionar en alguna posible llaga, sin embargo; de sus labios, no hubo sonrisa alguna, sino un sincero deseo por el saber.